El castillo de la princesa rusa
Si no existieran fotos, personas que vivieron en él y hasta un completo artículo publicado por Puntal el 22 de febrero de 1998, podría pensarse que es una fantasía de la imaginación.
La historia comienza así : a fines del siglo XIX, fue construido un castillo en el centro de una propiedad de 1 000 ha. en el hoy Departamento General Roca, provincia de Córdoba, entre Huinca Renancó, Mattaldi y Jovita. Su estilo arquitectónico era similar al utilizado en la estepa rusa, y dicen que fue a pedido de una princesa de esa nacionalidad. Otros lo denominan el castillo de “la francesa”, y que lo mandó construir en ruso para una mujer parisina. Nunca se pudo descifrar fue el origen y motivo que llevó a su edificación
Esta es una larga historia que iremos contando de a poco, porque es muy rica. A quienes tengan datos también les pedimos que nos los hagan llegar, para ver si entre todos llenamos los vacíos que nos quedaron de los relatos.
El castillo de la princesa (o de la francesa). Contaba con dos pisos donde estaban las habitaciones principales y un subsuelo para cocinas, despensas y las habitaciones de la servidumbre. En las orgullosas torres almenadas de los cuatro ángulos, estaban los baños, en los distintos niveles del edificio que, también según cuentan, tenían grifería con incrustaciones en oro y las paredes cubiertas con mayólicas europeas. Las alturas se salvaban con escaleras hechas con maderas de roble.
Sus parques y jardines -lo último que quedó en pie- estaban muy bien diseñados con caminos convergentes, todos rodeados de plantaciones de lilas, de las que, aún hoy, se conservan retoños en algunos hogares de la región.
Los memoriosos recuerdan (aquí, quizás, entra en juego la imaginación) a una elegante y pequeña amazona rubia, seria, callada, que iba a Mattaldi a hacer las compras, siempre montada en un caballo negro. Vivía con un tío (otros creen que era el esposo), hombre ya mayor, que la acompañaba a recorrer el campo. Éste era más conversador, usaba siempre el mismo saco marrón, a cuadritos, con breechs y botas. El apellido, de origen ruso, era algo así como Minstersky o Minchevski. Como no entablaron relación de amistad con sus vecinos, la historia se fue armando en base a suposiciones, que incitaron a las más variadas interpretaciones. También se dice que en Carhué construyeron un Hotel (sería “Las Delicias”), que, como el castillo, quedó sin terminar.
Por problemas de salud, añoranzas o económicos –los últimos serían los más probables-, en las primeras décadas del siglo XX, desaparecieron de la zona los habitantes del castillo.
El factor económico está muy ligado a la historia, ya que todos concuerdan en decir que por falta de dinero no se terminó la construcción, a pesar de los créditos obtenidos en instituciones bancarias, y entregada la propiedad en aval de esos créditos.
Al estar deshabitado el castillo se convirtió en refugio de crotos y linyeras, que sumados a desaprensivos, apuraron su desmantelación y destrucción (según comentarios, habría “recuerdos” en varias casas de la zona).
Pasados algunos años, hacia la década de 1950, una de esas entidades bancarias ejecutó la garantía y subdividió el campo, que fue a remate. El lugar donde estaba el castillo, en el centro de la propiedad, fue designado -¡con total ligereza y desinterés!- como espacio para calles, decretando su desaparición total.
Así finalizó la historia del castillo de la princesa rusa. Se cuenta que ésta terminó sus días en un hospital de caridad en la ciudad de Buenos Aires.
Las fotos, recuerdos de algunos pocos que aún viven, y los retoños de lilas, dan cuenta de su temporal existencia, de una realidad, y de que no es sólo un hecho de leyenda.
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