La Rutina
Certamen Literario: tercer premio prosa adulto.
Seudónimo: TIN
Él, miró el reloj con desconfianza, como si la hora que devolvía en su pantalla de cuarzo líquido fuese mentira. Seis y cincuenta y cinco, sólo cinco minutos para terminar la jornada. Había diseñado un método casi perfecto para contar los segundos que faltaban para el horario de salida.
Hoy erró por apenas dos segundos. Guardó rápido la lapicera y el libro mayor en el primer cajón del escritorio, tomó el saco, y salió. En la esquina compró un ramo de violetas, cruzó la calle hacia la vereda de enfrente, se paró ante la puerta, como lo hacía desde cuarenta y ocho años atrás, tocó el timbre, ella se asomó, él le entregó las flores, la besó en la mejilla y le dijo: -"Hasta mañana, mi amor"-.
-Ana, otra vez ese viejo ridículo, ¿Por qué no salís vos, la próxima vez y le decís la verdad?.- dijo Alberto, bastante ofuscado.
-Alberto, siempre lo soportaste, ¿Qué te cuesta?- contesto Ana condescendiente.
-Pero Ana, yo entiendo que te haya amado mucho, que no quiso entender que te casabas conmigo. Pero, esta de seguir con la rutina, primero fue nuestra hija, la que ocupó tu lugar y ahora nuestra nieta. ¿No te parece demasiado?-.
Seudónimo: TIN
Él, miró el reloj con desconfianza, como si la hora que devolvía en su pantalla de cuarzo líquido fuese mentira. Seis y cincuenta y cinco, sólo cinco minutos para terminar la jornada. Había diseñado un método casi perfecto para contar los segundos que faltaban para el horario de salida.
Hoy erró por apenas dos segundos. Guardó rápido la lapicera y el libro mayor en el primer cajón del escritorio, tomó el saco, y salió. En la esquina compró un ramo de violetas, cruzó la calle hacia la vereda de enfrente, se paró ante la puerta, como lo hacía desde cuarenta y ocho años atrás, tocó el timbre, ella se asomó, él le entregó las flores, la besó en la mejilla y le dijo: -"Hasta mañana, mi amor"-.
-Ana, otra vez ese viejo ridículo, ¿Por qué no salís vos, la próxima vez y le decís la verdad?.- dijo Alberto, bastante ofuscado.
-Alberto, siempre lo soportaste, ¿Qué te cuesta?- contesto Ana condescendiente.
-Pero Ana, yo entiendo que te haya amado mucho, que no quiso entender que te casabas conmigo. Pero, esta de seguir con la rutina, primero fue nuestra hija, la que ocupó tu lugar y ahora nuestra nieta. ¿No te parece demasiado?-.