Solo mía
Ya le dije a mi muñeca que lo que tanto quería esta en mis manos y no lo voy a dejar escapar nunca más.
También le dije a mamá, pero creo que con la mirada obvia de "si amor, te entiendo, es re linda", sé que no me creyó ni siquiera una sola palabra.
Le conté a Ulises, el gordo de la vuelta de mi casa y, es tan envidioso, que cuando le dije lo que tenia entre mis manos, no pudo contenerse y me pidió que la compartiéramos, pero yo, ¡NOOO!, ¡NUNCA!, ni por los diez centavos que me da mi abuela los domingos. Por ultimo, trato de engañarme con ese famoso truco de "¿me dejas verla?", y cuando menos te descuidas... ¡SÁCATE!, te sacan lo que sea y como sea, limpio de las manos, y olvídate, no lo recuperas más. Entonces, salí corriendo y, cuando llegue a mi casa, cerré la puerta con llave, fui a mi dormitorio y lo primero que encontré fue la lata de mamá, si, el costurero, entonces, saque todas las agujas e hilos y allí la escondí.
Mi corazón latía fuerte, por haber corrido muy rápido y también porque tenia miedo que Ulises me la robara. Cuando estaba por calmarme, escuche que alguien estaba subiendo las escaleras y se dirigía a mi cuarto. Era mi hermana, que me reto por haber andado en la calle sin permiso a la hora de la siesta. Yo no dije nada, entonces, me mando a bañarme para ir a la guardería, pero enseguida le dije que no quería, porque seguro que alguien iba a tratar de robarme el tesoro mas grande e importante de toda mi vida.
Mi hermana se enojo tanto, que me dijo que la caja estaba vacía, que solo yo la veía, porque era "mi imaginación", que nunca, nadie, iba a poder tener una estrella recién caída del cielo entre sus manos, que dejara de pavear.
Me dio mucha bronca, y le jure que lo que yo veía, era real, muy real, y que me dejara de gritar. Pero en ese instante, me di cuenta de que solamente yo, tenia la prueba, para que ella dejara de tratarme así: Mostrarle mi estrella, la que estaba en el costurero.
Agarre la caja y le dije que si no me creía, que lo viera con sus propios ojos. (Allí abrí la tapa).
Todo lo que escuche fue un corto y profundo silencio y luego una risa, no de esas burlistas, pero si, de esas que te afirman que perdiste.
Mire a los ojos a mi hermana y me dijo "Te gane, acá no hay nada".
También le dije a mamá, pero creo que con la mirada obvia de "si amor, te entiendo, es re linda", sé que no me creyó ni siquiera una sola palabra.
Le conté a Ulises, el gordo de la vuelta de mi casa y, es tan envidioso, que cuando le dije lo que tenia entre mis manos, no pudo contenerse y me pidió que la compartiéramos, pero yo, ¡NOOO!, ¡NUNCA!, ni por los diez centavos que me da mi abuela los domingos. Por ultimo, trato de engañarme con ese famoso truco de "¿me dejas verla?", y cuando menos te descuidas... ¡SÁCATE!, te sacan lo que sea y como sea, limpio de las manos, y olvídate, no lo recuperas más. Entonces, salí corriendo y, cuando llegue a mi casa, cerré la puerta con llave, fui a mi dormitorio y lo primero que encontré fue la lata de mamá, si, el costurero, entonces, saque todas las agujas e hilos y allí la escondí.
Mi corazón latía fuerte, por haber corrido muy rápido y también porque tenia miedo que Ulises me la robara. Cuando estaba por calmarme, escuche que alguien estaba subiendo las escaleras y se dirigía a mi cuarto. Era mi hermana, que me reto por haber andado en la calle sin permiso a la hora de la siesta. Yo no dije nada, entonces, me mando a bañarme para ir a la guardería, pero enseguida le dije que no quería, porque seguro que alguien iba a tratar de robarme el tesoro mas grande e importante de toda mi vida.
Mi hermana se enojo tanto, que me dijo que la caja estaba vacía, que solo yo la veía, porque era "mi imaginación", que nunca, nadie, iba a poder tener una estrella recién caída del cielo entre sus manos, que dejara de pavear.
Me dio mucha bronca, y le jure que lo que yo veía, era real, muy real, y que me dejara de gritar. Pero en ese instante, me di cuenta de que solamente yo, tenia la prueba, para que ella dejara de tratarme así: Mostrarle mi estrella, la que estaba en el costurero.
Agarre la caja y le dije que si no me creía, que lo viera con sus propios ojos. (Allí abrí la tapa).
Todo lo que escuche fue un corto y profundo silencio y luego una risa, no de esas burlistas, pero si, de esas que te afirman que perdiste.
Mire a los ojos a mi hermana y me dijo "Te gane, acá no hay nada".