Para quien haya vivido en la zona de Jovita, este nombre, sin la menor duda, le traerá muy buenos recuerdos. Algunos nos dijeron que en esta página no podía faltar su historia.
“La Martona” y los “martoneros” (nombre con que se designaba a los trabajadores de la Empresa), son parte del rico anecdotario local, y pieza imborrable en la memoria constante de las familias que estuvieron relacionados con su accionar.
El Establecimiento “Santa Elisa”, de Tomás González, ya aparece en documentos de 1910; llegó a tener 3.100 has y estaba ubicado en la parte sudoeste de la localidad, lindando al Este con el cementerio. En un principio estaba afectado a la producción lechera con fábrica de quesos, venta de leche y crema, dedicado también a remate y feria de haciendas. Más tarde le incorporan la cría de aves de corral y el faenamiento de animales, con reparto de carne en la zona rural y urbana. En 1930 el señor González, con ayuda de su hijo Rodolfo, que era ingeniero, concreta la puesta en marcha de un frigorífico, el primero de ese tipo que existió en el pueblo.
En la década de 1930 el establecimiento rural, y las tierras que lo rodean, son adquiridos por el señor Juan Kipp, y lo denomina La Danesa, por ser él de origen danés. Durante un tiempo mantienen las mismas explotaciones de su anterior dueño: cremería, tambos, aves de corral, etc., constituyendo un pequeño poblado donde viven las familias que trabajan allí.
A principios del decenio de 1940, la firma Vicente Casares S.A., de Cañuelas provincia de Buenos Aires, dueña de La Martona, prestigiosa empresa de lácteos, alquilan toda la propiedad por considerar que la calidad de los pastos les permitirá instalar un establecimiento modelo en la región. Poco después compran las cinco hectáreas donde está la fábrica y por las restante -donde están los tambos-, hacen contrato de alquiler por cinco años, siendo renovado en varias oportunidades.
Por la importancia, La Martona no fue solamente una fábrica de lácteos sino que representó parte de la vida cotidiana del pueblo. Las viviendas de directivos, empleados y tamberos formaban una colonia con su escuela particular, su club de fútbol, su pileta de natación… Los empleados que vivían en la zona urbana -todas las mañanas, en bicicleta y en fila india- tenían una regularidad horaria que podía servir para ajustar la hora en un reloj.
Este establecimiento tuvo injerencia en un amplio espacio regional con sucursales en Cnel. Charlone, Piedritas, Buchardo y Pincén, al sur, y sus camiones recolectores de leche llegaban hasta el norte de Vicuña Mackenna. En verano producía más de 7 toneladas diarias de manteca, siendo su producción normal de 4 toneladas, la que se encajonaba en bloques de 25 kilos; la de primera calidad se exportaba y el resto se consumía dentro del país. Había épocas que también elaboraban quesos. La planta media de trabajadores era de 50 a 60 personas, aumentando su número en verano; a esto debemos agregar los encargados de los tambos, la empresa de camiones y los camioneros encargados de ir a buscar leche y crema a otros pueblos y los tambos particulares que existían en los campos aledaños. La suma de personas que dependían de esta empresa movilizaba en gran parte la actividad comercial, por el elevado monto de dinero que movía mensualmente.
La producción de caseína, la fabricación de hielo y el engorde de cerdos eran otras actividades dentro del predio de la fábrica. Siendo la de Jovita una de la usinas más importantes de la firma, en la década de 1950 los dueños importaron una máquina para hacer manteca, de origen francés -la primera en su tipo de Sudamérica-, siendo instalada en el pueblo por los técnicos venidos directamente desde Francia.
Promediando el decenio de 1960, los caminos en mal estado que dejaban al pueblo aislado por varios días (no existían rutas asfaltadas); la mala calidad del agua que hacía depender del almacenamiento de las lluvias; la disolución de parte de la firma Casares por el fallecimiento de algunos de sus socios; la intención de la familia Kipp -dueños del campo- de explotar ellos sus tierras, dieron fin a la fábrica La Martona de nuestra localidad.
Luego de casi sesenta años de haberse iniciado, allá en los tiempos del Establecimiento "Santa Elisa", desaparecía esta Empresa local. Sus empleados fueron indemnizados, jubilados o reubicados. Su vacío aún hoy sigue doliendo.
Hubo familias enteras que siempre estuvieron relacionadas con La Martona. Un ejemplo es la familia Traiasckas. Don Vicente (padre), recién llegado de Lituania se hospedó en el Hotel de los Inmigrantes, donde anotó su especialidad: mecánico; allí fue don Tomás González a buscar uno para su establecimiento y lo trajo directamente a Jovita. Años después, mediante mucho trabajo y ahorro, pudo traer al resto de la familia que recaló en Santa Elisa, en donde Vicente, el hijo, se incorporó como empleado y luego fue el último gerente de la sucursal La Martona de Jovita. La esposa de éste, Marta Francia, llegó de su España natal y comenzó a trabajar en casa de la familia González en ese mismo campo. Se conocieron, se casaron y constituyeron su hogar en ese predio, siendo ya La Martona. Más tarde nacieron sus hijos, que también vivieron allí, hasta casarse o partir para seguir estudiando. Hoy, cuando la generación de inmigrantes ya no está, descansan su sueño eterno en nuestro cementerio... alambre de por medio con la ex La Martona.
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