Jovita: anotaciones sobre su historia, su gente y sus cosas ...
lunes, octubre 31, 2005
domingo, octubre 30, 2005
Ubicación y formas de llegar a Jovita
Nuestro pueblo está ubicado en el departamento General Roca, en el sur de la provincia de Córdoba, República Argentina (estos mapas tomados de Internet grafican provincia, departamento y localidad). Es una zona de llanura total, con una cota de 153 metros sobre el nivel del mar.
Distancias: Capital Federal 589 km.; Córdoba Capital 425Km.; Río Cuarto 200Km; Huinca Renancó 100 Km; Villa Huidobro 108Km ; Laboulaye 89 Km..
Desde la ciudad de Buenos Aires se llega tomando la ruta internacional Nº 7 hasta Laboulaye, allí se dobla hacia el oeste combinando con la ruta provincial 4 hasta su unión con ruta 27, y se sigue por ésta hasta el mismo acceso de entrada a Jovita.
Desde la ciudad Córdoba por la ruta que conduce a la ciudad de Río Cuarto y allí se toma la ruta nacional Nº 35. A unos 1000 metros después del cruce con Del Campillo se debe virar a la izquierda, entrando a la ruta provincial Nº 27.
La ruta provincial Nº 10 (en este momento se está pavimentando) comunica con General Levalle al Norte y Pincén al sur.
Etiquetas: Información General
Alojamiento y Comedores
La hotelería de Jovita está muy bien cubierta, con variadas ofertas en precios, gustos y comodidades.
Motel El Portal: en la moderna y luminosa avenida Rivadavia, casi esquina Moreno, se encuentra el motel “El Portal”, teléfono 03385 498258; cuenta con piscina, cocheras y una esmerada atención brindada por sus propios .dueños.
Motel Sur: ubicado sobre el acceso Alem al 450, encontramos a: “Motel Sur”, teléfono 03385 498257, con sus amplias cocheras, su atención personalizada, su ambiente familiar.
San Pedro: calle General Paz 392, es un lugar donde se puede encontrar alojamiento económico.
Hay además residencias particulares que reciben pensionistas, como ser estudiantes, profesionales y empleados temporarios, visitantes transitorios, etc.
Para comer la oferta es aún más variada. Entre otros se encuentran:
“Comedor Club Recreativo Estrellas”, Alem 1.
“Resto-Bar Excaret”, Alberdi 210.
Club Deportivo Moto Kart, Alberdi 254.
Parrillada “La Rueda” Sarmiento 247.
Parrillada “Don Arturo” Belgrano 154
“El Picheto”, en Roque Sáenz Peña 440
“Parrillada Polideportivo CDMK”, en el predio del complejo polideportivo.
“Comedor Aller” en acceso Pedro Villemur.
“Pab El Portal”, Avd. Rivadavia esquina Moreno.
Una múltiple línea de comercios dedicados a minutas, rosticerías, expendio de comidas para llevar y viandas a domicilio, hacen grata y accesible la decisión al momento de comer.
Motel El Portal: en la moderna y luminosa avenida Rivadavia, casi esquina Moreno, se encuentra el motel “El Portal”, teléfono 03385 498258; cuenta con piscina, cocheras y una esmerada atención brindada por sus propios .dueños.
Motel Sur: ubicado sobre el acceso Alem al 450, encontramos a: “Motel Sur”, teléfono 03385 498257, con sus amplias cocheras, su atención personalizada, su ambiente familiar.
San Pedro: calle General Paz 392, es un lugar donde se puede encontrar alojamiento económico.
Hay además residencias particulares que reciben pensionistas, como ser estudiantes, profesionales y empleados temporarios, visitantes transitorios, etc.
Para comer la oferta es aún más variada. Entre otros se encuentran:
“Comedor Club Recreativo Estrellas”, Alem 1.
“Resto-Bar Excaret”, Alberdi 210.
Club Deportivo Moto Kart, Alberdi 254.
Parrillada “La Rueda” Sarmiento 247.
Parrillada “Don Arturo” Belgrano 154
“El Picheto”, en Roque Sáenz Peña 440
“Parrillada Polideportivo CDMK”, en el predio del complejo polideportivo.
“Comedor Aller” en acceso Pedro Villemur.
“Pab El Portal”, Avd. Rivadavia esquina Moreno.
Una múltiple línea de comercios dedicados a minutas, rosticerías, expendio de comidas para llevar y viandas a domicilio, hacen grata y accesible la decisión al momento de comer.
Etiquetas: Información General
miércoles, octubre 26, 2005
Yo puedo publicar aquí ?
Si tu pregunta es: si existe alguna manera sencilla de publicar contenidos en este sitio, la respuesta es afirmativa.
Con solo enviar un email a una dirección de correo, que te proporcionaremos si te ponés en contacto con nosotros, automáticamente aparecerá publicado en el sitio cada correo electrónico que mandes a esa dirección. Así de simple.
Para poder publicar fotos, historias, curiosidades, o lo que quieras de Jovita, solamente tenés que enviar un email a pcanete@gmail.com para que te pueda enviar la dirección mencionada anteriormente.
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Fútbol en jovita
Aquí podés encontrar más fotos y videos de la última final de la liga entre el CDMKJ y ERFC.
Hablando de los equipos locales, sabías que el dominio www.cdmkj.com.ar se encuentra registrado y habilitado ?
Estamos on-line !
Generalmente el primer artículo ( o post ) en estos sitios es un simple "hola mundo", en este caso muy particular lo que quiero decir es "Felices 100 años !!".
Para todos aquellos que por primera vez visitan este tipo de sitios, les quiero contar que en cada noticia o artículo ( o post ) que se va publicando, cada uno de los visitantes, tienen la posibilidad de dejar comentarios y opiniones relacionadas con el tema en cuestión, generándose de esta forma una conversación mucho más rica que un simple artículo depositado en un cuaderno ....
Para todos aquellos que por primera vez visitan este tipo de sitios, les quiero contar que en cada noticia o artículo ( o post ) que se va publicando, cada uno de los visitantes, tienen la posibilidad de dejar comentarios y opiniones relacionadas con el tema en cuestión, generándose de esta forma una conversación mucho más rica que un simple artículo depositado en un cuaderno ....
martes, octubre 25, 2005
Instituciones educativas
JARDINES DE INFANTES
Domingo Faustino Sarmieto - 03385 499073
Otilia Fernández de Tovagliari - 03385 499071
PRIMARIOS
Domingo Faustino Sarmiento - 03385 499073
Otilia Fernández de Tovagliari - 03385 499071
CENPA (Primario de Adultos)
SECUNDARIOS
IEMJO (Inst. de Educ. Media con orientación de gestiones de las organizaciones) - 03385 498103
IPEM 221 (Inst. de Educ. Media con orientación agropecuaria) - 03385 498640
CENMA (Centro de Educ media para adultos)
INSTITUTO DE FORMACION DOCENTE MARTHA SALOTTI - 03385 499073
ESCUELA ESPECIAL ALAS
Domingo Faustino Sarmieto - 03385 499073
Otilia Fernández de Tovagliari - 03385 499071
PRIMARIOS
Domingo Faustino Sarmiento - 03385 499073
Otilia Fernández de Tovagliari - 03385 499071
CENPA (Primario de Adultos)
SECUNDARIOS
IEMJO (Inst. de Educ. Media con orientación de gestiones de las organizaciones) - 03385 498103
IPEM 221 (Inst. de Educ. Media con orientación agropecuaria) - 03385 498640
CENMA (Centro de Educ media para adultos)
INSTITUTO DE FORMACION DOCENTE MARTHA SALOTTI - 03385 499073
ESCUELA ESPECIAL ALAS
Instituciones deportivas
CLUB DEPORTIVO MOTO KART JOVITA - 03385 498186
ESTRELLAS RECREATIVAS FUTBOL CLUB - 03385 498118
CLUB RECREATIVO JOVITA - 03385 498118
CLUB CAZA Y PESCA - 03385 498269
ESTRELLAS RECREATIVAS FUTBOL CLUB - 03385 498118
CLUB RECREATIVO JOVITA - 03385 498118
CLUB CAZA Y PESCA - 03385 498269
Etiquetas: Deporte
Información general sobre Jovita
Jovita se encuentra en la República Argentina, al Sur de la Provincia de Córdoba, Departamento General Roca, Pedanía Italó.
Situada a una altura 153,5 mts. sobre el nivel del mar, Latitud 34° 30', Longitud 64° oeste de Greenwich. Ubicada en la nueva linea de frontera entre los fortines Orma y Ortega.
Se encuentra a 592 km de Buenos Aires y a 425 km de la ciudad de Córdoba, por otro lado el Rio Quinto Otrora Popopis a tan sólo 5 km.
Fue fundada en el año 1905, y sus planos se confeccionaron y aprobaron el 15/05/1907 y 28/10/1907 respectivamente.
Nació como Estación Pichi Tromen "El Juncalito", hasta 1906. Creció como pueblo Santa Magdalena y Estación Jovita, hasta 1983. Hoy según resolución N° 322/83 se denomina Jovita.
Situada a una altura 153,5 mts. sobre el nivel del mar, Latitud 34° 30', Longitud 64° oeste de Greenwich. Ubicada en la nueva linea de frontera entre los fortines Orma y Ortega.
Se encuentra a 592 km de Buenos Aires y a 425 km de la ciudad de Córdoba, por otro lado el Rio Quinto Otrora Popopis a tan sólo 5 km.
Fue fundada en el año 1905, y sus planos se confeccionaron y aprobaron el 15/05/1907 y 28/10/1907 respectivamente.
Nació como Estación Pichi Tromen "El Juncalito", hasta 1906. Creció como pueblo Santa Magdalena y Estación Jovita, hasta 1983. Hoy según resolución N° 322/83 se denomina Jovita.
Etiquetas: Información General
sábado, octubre 01, 2005
La chica de los sueños en neptuno
Era el año 5530 .Los transportes galácticos no paraban de ir y venir a los planetas vecinos. Las estaciones estaban llenas.
Marc era uno entre la multitud. Un chico común, un chico normal. Era medianamente flaco, ojos turquesas, piel blanca. Su "facha" (como él dice) es la de todo adolescente de 15 años. Era fanático del universo, pero el planeta que más le gustaba era Neptuno y allí era donde se dirigía.
Tomó el "intergalactic transport" y partió. Estaba aturdido. Deseaba huir de allí a un lugar tranquilo , donde el silencio abundara…
Apoyó su cabeza en el asiento y se quedo profundamente dormido.
Soñó con una chica de su edad, era rara. Tenía el cabello dorado, sus ojos era color mora y su piel era pálida. Sonreía.
Cuando despertó estaban aterrizando. Desde la ventanilla Marc observaba la ciudad. Hoteles, casas y edificios, igual que en la Tierra, pero allí siempre era de noche.
Bajó y como tenía hambre, compro algo para comer y algo para tomar. Después se dirigió a un hotel que estaba enfrente
-¡Hola!
-Buenas noches, joven, ¿ qué desea ?
-Quiero una habitación
-¿Nombre?
-Marc X-R
-¿Edad?
-15
-Argentino ¿cierto?
-Si
-Bueno, habitación 213, segundo piso.
-OK, chau
Marc estaba emocionado. Era su primera noche solo en otro planeta. ¡No lo podía creer! .Podía hacer lo que quisiera. Era libre…
Subió y se detuvo frente a la puerta.
La computadora verificó por láser su tarjeta magnética (documento ) y entró a la habitación. La revisó y fue al shopping para comprarse algo, un recuerdo …
Estaba por salir de allí cuando vio en la puerta a la chica extraña que había soñado.
Se quiso acercar, pero cada vez que lo hacía ella desaparecía un poquito más.
Se fue al hotel. No podía dejar de pensar en la muchacha. ¿Cómo se llamará?, ¿habré visto mal?, ¿será una ilusión? Se preguntaba Marc…se ahogaba en ese mar de dudas que no lo dejaban respirar.
De tanto pensar se quedó dormido y soñó de nuevo con ella. Nuevamente estaba sola y le decía:
-Marc …Marc… 30, 20… Marc… 30, 20…
Cuando despertó, bajó y le preguntó al conserje sobre 30, 20 y descubrió que eran dos calles.
Salió corriendo y llegó. Había una placita y en uno de los columpios estaba ella. Marc no sabía que hacer. Si se acercaba seguro que ella desaparecería, entonces decidió llamarla y la invitó a tomar algo. Ella aceptó gustosa.
Marc no podía creerlo. ¡Estaba hablando con la chica de sus sueños!, era realmente sorprendente.
Era tan linda como extraña .Le gustaba mucho. Marc se sentía enamorado…
Legaron a un bar y pidieron algo para beber.
-Y… ¿cómo te llamas?-preguntó la muchacha
-Marc X-R, pero decíme Marc.
-Bueno… yo me llamo Jennifer R-Z.
-Y ¿de dónde sos?
-Soy…extraterrestre… -su hermosa sonrisa se borró de su cara –pero..¿ que era lo que no te iba a creer?
-¡Ah!, esque… bueno. Te digo la verdad: primero soñé con vos, después te vi en el shopping y desapareciste y por último soñé de nuevo… con vos.
Las mejillas de la extraterrestre se sonrojaron.
Charlaron largo rato y pactaron que la noche siguiente se verían en el mismo bar a la misma hora.
Cuando Marc fue al hotel a dormir, soñó nuevamente con Jennifer.
La noche siguiente fue al bar. Los minutos de espera parecían siglos. No podía contener esos deseos de verla, de mirar su sonrisa, de escuchar su voz…
Se abrió la puerta del bar y entró ella, tan simple, tan pura, tan fresca…
Lo tomó de la mano y salieron juntos. El aire le movía el cabello y llevaba el dulce aroma de su ser hasta la nariz de Marc. Se sentía dichoso de estar allí, corriendo tras de ella, tocándole la mano que ahora lo dejaba solo.
-Mira-dijo Jennifer
Marc levantó la vista y pudo apreciar con su mirada un paisaje hermoso. Desde allí se podía ver el Sol, tan brillante, tan radiante. Ardía rojo como el fuego.
-¿Te gusta?-preguntó Jennifer
-¡Me fascina!
-Solo desde aquí se puede ver… siempre vengo…
La miró. Parecía que la luz del Sol la hacía más bella. Ella también lo miró.
Acercaron lentamente sus labios hasta que unidos por un beso se dejaron llevar. En ese instante compartían todo.
Él no podía creerlo. Parecía un sueño.
El Sol comenzó a ocultarse. Del cielo comenzaron a caer pequeñas lucecitas blancas sobre Jennifer.
Marc ya no la veía, estaba tapada por esa luz inquietante.
Cuando las estrellitas dejaron de caer logró verla. Había cambiado completamente. Se había convertido en una morena increíble, y su sonrisa brillaba más que nunca. Era bellísima.
Jennifer le contó que cuando se besaron deseó con todo el corazón ser como él, y ahora era una humana normal.
Partieron y cuando Marc dormía no soñó con ella.
Cuando despertó estaba en su cama, en su casa, en su planeta. No entendía nada. ¿Habría sido una sueño ?. Estaba triste.
Se levantó y fue al lugar a donde iba cuando se sentía mal. Se sentó allí, a contemplar la ciudad. Estaba deshecho, sus sueños se habían ido a la basura…
Un ruidito lo estorbó. Volteó y vio parada allí a Jennifer. Su corazón latía más fuerte, ¡era ella!, la morena inolvidable…
-Hola Marc
-Hola Jenni.
Se acercaron y se abrazaron, ya no era una sueño, ¡era real!.
Tal vez era un sueño, pero a Marc no le importó, solo pensó en el momento que estaba viviendo, junto a ella, feliz, besándola, recordando todos los momentos que habían vivido, o soñado juntos…
Morocha
Marc era uno entre la multitud. Un chico común, un chico normal. Era medianamente flaco, ojos turquesas, piel blanca. Su "facha" (como él dice) es la de todo adolescente de 15 años. Era fanático del universo, pero el planeta que más le gustaba era Neptuno y allí era donde se dirigía.
Tomó el "intergalactic transport" y partió. Estaba aturdido. Deseaba huir de allí a un lugar tranquilo , donde el silencio abundara…
Apoyó su cabeza en el asiento y se quedo profundamente dormido.
Soñó con una chica de su edad, era rara. Tenía el cabello dorado, sus ojos era color mora y su piel era pálida. Sonreía.
Cuando despertó estaban aterrizando. Desde la ventanilla Marc observaba la ciudad. Hoteles, casas y edificios, igual que en la Tierra, pero allí siempre era de noche.
Bajó y como tenía hambre, compro algo para comer y algo para tomar. Después se dirigió a un hotel que estaba enfrente
-¡Hola!
-Buenas noches, joven, ¿ qué desea ?
-Quiero una habitación
-¿Nombre?
-Marc X-R
-¿Edad?
-15
-Argentino ¿cierto?
-Si
-Bueno, habitación 213, segundo piso.
-OK, chau
Marc estaba emocionado. Era su primera noche solo en otro planeta. ¡No lo podía creer! .Podía hacer lo que quisiera. Era libre…
Subió y se detuvo frente a la puerta.
La computadora verificó por láser su tarjeta magnética (documento ) y entró a la habitación. La revisó y fue al shopping para comprarse algo, un recuerdo …
Estaba por salir de allí cuando vio en la puerta a la chica extraña que había soñado.
Se quiso acercar, pero cada vez que lo hacía ella desaparecía un poquito más.
Se fue al hotel. No podía dejar de pensar en la muchacha. ¿Cómo se llamará?, ¿habré visto mal?, ¿será una ilusión? Se preguntaba Marc…se ahogaba en ese mar de dudas que no lo dejaban respirar.
De tanto pensar se quedó dormido y soñó de nuevo con ella. Nuevamente estaba sola y le decía:
-Marc …Marc… 30, 20… Marc… 30, 20…
Cuando despertó, bajó y le preguntó al conserje sobre 30, 20 y descubrió que eran dos calles.
Salió corriendo y llegó. Había una placita y en uno de los columpios estaba ella. Marc no sabía que hacer. Si se acercaba seguro que ella desaparecería, entonces decidió llamarla y la invitó a tomar algo. Ella aceptó gustosa.
Marc no podía creerlo. ¡Estaba hablando con la chica de sus sueños!, era realmente sorprendente.
Era tan linda como extraña .Le gustaba mucho. Marc se sentía enamorado…
Legaron a un bar y pidieron algo para beber.
-Y… ¿cómo te llamas?-preguntó la muchacha
-Marc X-R, pero decíme Marc.
-Bueno… yo me llamo Jennifer R-Z.
-Y ¿de dónde sos?
-Soy…extraterrestre… -su hermosa sonrisa se borró de su cara –pero..¿ que era lo que no te iba a creer?
-¡Ah!, esque… bueno. Te digo la verdad: primero soñé con vos, después te vi en el shopping y desapareciste y por último soñé de nuevo… con vos.
Las mejillas de la extraterrestre se sonrojaron.
Charlaron largo rato y pactaron que la noche siguiente se verían en el mismo bar a la misma hora.
Cuando Marc fue al hotel a dormir, soñó nuevamente con Jennifer.
La noche siguiente fue al bar. Los minutos de espera parecían siglos. No podía contener esos deseos de verla, de mirar su sonrisa, de escuchar su voz…
Se abrió la puerta del bar y entró ella, tan simple, tan pura, tan fresca…
Lo tomó de la mano y salieron juntos. El aire le movía el cabello y llevaba el dulce aroma de su ser hasta la nariz de Marc. Se sentía dichoso de estar allí, corriendo tras de ella, tocándole la mano que ahora lo dejaba solo.
-Mira-dijo Jennifer
Marc levantó la vista y pudo apreciar con su mirada un paisaje hermoso. Desde allí se podía ver el Sol, tan brillante, tan radiante. Ardía rojo como el fuego.
-¿Te gusta?-preguntó Jennifer
-¡Me fascina!
-Solo desde aquí se puede ver… siempre vengo…
La miró. Parecía que la luz del Sol la hacía más bella. Ella también lo miró.
Acercaron lentamente sus labios hasta que unidos por un beso se dejaron llevar. En ese instante compartían todo.
Él no podía creerlo. Parecía un sueño.
El Sol comenzó a ocultarse. Del cielo comenzaron a caer pequeñas lucecitas blancas sobre Jennifer.
Marc ya no la veía, estaba tapada por esa luz inquietante.
Cuando las estrellitas dejaron de caer logró verla. Había cambiado completamente. Se había convertido en una morena increíble, y su sonrisa brillaba más que nunca. Era bellísima.
Jennifer le contó que cuando se besaron deseó con todo el corazón ser como él, y ahora era una humana normal.
Partieron y cuando Marc dormía no soñó con ella.
Cuando despertó estaba en su cama, en su casa, en su planeta. No entendía nada. ¿Habría sido una sueño ?. Estaba triste.
Se levantó y fue al lugar a donde iba cuando se sentía mal. Se sentó allí, a contemplar la ciudad. Estaba deshecho, sus sueños se habían ido a la basura…
Un ruidito lo estorbó. Volteó y vio parada allí a Jennifer. Su corazón latía más fuerte, ¡era ella!, la morena inolvidable…
-Hola Marc
-Hola Jenni.
Se acercaron y se abrazaron, ya no era una sueño, ¡era real!.
Tal vez era un sueño, pero a Marc no le importó, solo pensó en el momento que estaba viviendo, junto a ella, feliz, besándola, recordando todos los momentos que habían vivido, o soñado juntos…
Morocha
Solo mía
Ya le dije a mi muñeca que lo que tanto quería esta en mis manos y no lo voy a dejar escapar nunca más.
También le dije a mamá, pero creo que con la mirada obvia de "si amor, te entiendo, es re linda", sé que no me creyó ni siquiera una sola palabra.
Le conté a Ulises, el gordo de la vuelta de mi casa y, es tan envidioso, que cuando le dije lo que tenia entre mis manos, no pudo contenerse y me pidió que la compartiéramos, pero yo, ¡NOOO!, ¡NUNCA!, ni por los diez centavos que me da mi abuela los domingos. Por ultimo, trato de engañarme con ese famoso truco de "¿me dejas verla?", y cuando menos te descuidas... ¡SÁCATE!, te sacan lo que sea y como sea, limpio de las manos, y olvídate, no lo recuperas más. Entonces, salí corriendo y, cuando llegue a mi casa, cerré la puerta con llave, fui a mi dormitorio y lo primero que encontré fue la lata de mamá, si, el costurero, entonces, saque todas las agujas e hilos y allí la escondí.
Mi corazón latía fuerte, por haber corrido muy rápido y también porque tenia miedo que Ulises me la robara. Cuando estaba por calmarme, escuche que alguien estaba subiendo las escaleras y se dirigía a mi cuarto. Era mi hermana, que me reto por haber andado en la calle sin permiso a la hora de la siesta. Yo no dije nada, entonces, me mando a bañarme para ir a la guardería, pero enseguida le dije que no quería, porque seguro que alguien iba a tratar de robarme el tesoro mas grande e importante de toda mi vida.
Mi hermana se enojo tanto, que me dijo que la caja estaba vacía, que solo yo la veía, porque era "mi imaginación", que nunca, nadie, iba a poder tener una estrella recién caída del cielo entre sus manos, que dejara de pavear.
Me dio mucha bronca, y le jure que lo que yo veía, era real, muy real, y que me dejara de gritar. Pero en ese instante, me di cuenta de que solamente yo, tenia la prueba, para que ella dejara de tratarme así: Mostrarle mi estrella, la que estaba en el costurero.
Agarre la caja y le dije que si no me creía, que lo viera con sus propios ojos. (Allí abrí la tapa).
Todo lo que escuche fue un corto y profundo silencio y luego una risa, no de esas burlistas, pero si, de esas que te afirman que perdiste.
Mire a los ojos a mi hermana y me dijo "Te gane, acá no hay nada".
También le dije a mamá, pero creo que con la mirada obvia de "si amor, te entiendo, es re linda", sé que no me creyó ni siquiera una sola palabra.
Le conté a Ulises, el gordo de la vuelta de mi casa y, es tan envidioso, que cuando le dije lo que tenia entre mis manos, no pudo contenerse y me pidió que la compartiéramos, pero yo, ¡NOOO!, ¡NUNCA!, ni por los diez centavos que me da mi abuela los domingos. Por ultimo, trato de engañarme con ese famoso truco de "¿me dejas verla?", y cuando menos te descuidas... ¡SÁCATE!, te sacan lo que sea y como sea, limpio de las manos, y olvídate, no lo recuperas más. Entonces, salí corriendo y, cuando llegue a mi casa, cerré la puerta con llave, fui a mi dormitorio y lo primero que encontré fue la lata de mamá, si, el costurero, entonces, saque todas las agujas e hilos y allí la escondí.
Mi corazón latía fuerte, por haber corrido muy rápido y también porque tenia miedo que Ulises me la robara. Cuando estaba por calmarme, escuche que alguien estaba subiendo las escaleras y se dirigía a mi cuarto. Era mi hermana, que me reto por haber andado en la calle sin permiso a la hora de la siesta. Yo no dije nada, entonces, me mando a bañarme para ir a la guardería, pero enseguida le dije que no quería, porque seguro que alguien iba a tratar de robarme el tesoro mas grande e importante de toda mi vida.
Mi hermana se enojo tanto, que me dijo que la caja estaba vacía, que solo yo la veía, porque era "mi imaginación", que nunca, nadie, iba a poder tener una estrella recién caída del cielo entre sus manos, que dejara de pavear.
Me dio mucha bronca, y le jure que lo que yo veía, era real, muy real, y que me dejara de gritar. Pero en ese instante, me di cuenta de que solamente yo, tenia la prueba, para que ella dejara de tratarme así: Mostrarle mi estrella, la que estaba en el costurero.
Agarre la caja y le dije que si no me creía, que lo viera con sus propios ojos. (Allí abrí la tapa).
Todo lo que escuche fue un corto y profundo silencio y luego una risa, no de esas burlistas, pero si, de esas que te afirman que perdiste.
Mire a los ojos a mi hermana y me dijo "Te gane, acá no hay nada".
Hijos del aire
Una pintura. Era de un pintor que, antes de desaparecer misteriosamente, se había inspirado y terminado magistralmente. Pero a nadie parecía importarle, todos pasaban al lado de la pintura sin echarle ni siquiera un vistazo. Para mí era increíble, fascinante.
Tenía ocho años cuando la vi por primera vez. Estaba colgada donde un rayo de luz la iluminaba y parecía que cobrara vida: representaba un mar con sus olas, la tierra bañada por el sol y acariciada por el mar. En el lugar donde el mar, la tierra y el sol se tocaban había unas formas transparentes. Tardé muchísimo en descubrir qué eran esas formas.
Cuando me hice mayor y pude ahorrar dinero, compré la pintura y me gané la vida pintando cuadros y trabajando de mesera.
Cumplí veintidós años y mi vida cambió: un señor adinerado me compró cuadros y propuso hacer una muestra. Así fue como me convertí en una pintora famosa; pero jamás pude llegar a crear una pintura tan hermosa, a mi parecer, como la de aquél pintor.
Como ya mencioné anteriormente tardé mucho tiempo en descubrir qué eran esas formas semi- transparentes, que parecían ser una pequeña porción del misterio de la pintura, pero que en realidad, eran toda la composición, el elemento principal.
Esas formas eran humanas, o eso daba a entender su aspecto. Estaban pintadas donde se unían el sol, el agua, la tierra y (parecía que hubiera movimiento en los arbustos, en las túnicas de esas personas) el aire. Podrían haber sido el mismísimo aire, pero daban la impresión de ser más corpóreos que este.
Esa noche tuve un sueño. Estaba en la pintura. Las personas transparentes sonreían y me miraban. Uno de ellos se adelantó y me dijo que eran "hijos del aire" ya que todos eran pintores y todos se habían maravillado por la belleza de este elemento. Buscaban aún su verdadera hermosura y a medida que pasaban los años, una persona se unía y se convertía en una generación más de los "hijos del aire".
A la mañana siguiente encontré la inspiración necesaria y pinté como jamás había pintado.
Mi pintura reflejaba nubes, estaban los "hijos del aire", representaba todo lo que me habían dicho.
Aún me faltan unos toques y la terminaré, pero antes escribo esta carta, para que el que la encuentre vea también la belleza que hay en las pinturas de los "hijos del aire". Cuando acabe la pintura, moriré. Mi alma se unirá a ellos y juntos buscaremos la belleza que los ojos humanos solo pueden observar cuando son ayudados por el corazón y, que muy pocos, pueden observar.
Merce.
Tenía ocho años cuando la vi por primera vez. Estaba colgada donde un rayo de luz la iluminaba y parecía que cobrara vida: representaba un mar con sus olas, la tierra bañada por el sol y acariciada por el mar. En el lugar donde el mar, la tierra y el sol se tocaban había unas formas transparentes. Tardé muchísimo en descubrir qué eran esas formas.
Cuando me hice mayor y pude ahorrar dinero, compré la pintura y me gané la vida pintando cuadros y trabajando de mesera.
Cumplí veintidós años y mi vida cambió: un señor adinerado me compró cuadros y propuso hacer una muestra. Así fue como me convertí en una pintora famosa; pero jamás pude llegar a crear una pintura tan hermosa, a mi parecer, como la de aquél pintor.
Como ya mencioné anteriormente tardé mucho tiempo en descubrir qué eran esas formas semi- transparentes, que parecían ser una pequeña porción del misterio de la pintura, pero que en realidad, eran toda la composición, el elemento principal.
Esas formas eran humanas, o eso daba a entender su aspecto. Estaban pintadas donde se unían el sol, el agua, la tierra y (parecía que hubiera movimiento en los arbustos, en las túnicas de esas personas) el aire. Podrían haber sido el mismísimo aire, pero daban la impresión de ser más corpóreos que este.
Esa noche tuve un sueño. Estaba en la pintura. Las personas transparentes sonreían y me miraban. Uno de ellos se adelantó y me dijo que eran "hijos del aire" ya que todos eran pintores y todos se habían maravillado por la belleza de este elemento. Buscaban aún su verdadera hermosura y a medida que pasaban los años, una persona se unía y se convertía en una generación más de los "hijos del aire".
A la mañana siguiente encontré la inspiración necesaria y pinté como jamás había pintado.
Mi pintura reflejaba nubes, estaban los "hijos del aire", representaba todo lo que me habían dicho.
Aún me faltan unos toques y la terminaré, pero antes escribo esta carta, para que el que la encuentre vea también la belleza que hay en las pinturas de los "hijos del aire". Cuando acabe la pintura, moriré. Mi alma se unirá a ellos y juntos buscaremos la belleza que los ojos humanos solo pueden observar cuando son ayudados por el corazón y, que muy pocos, pueden observar.
Merce.
Mutable
Perfila enero
su abandono en las horas
y en el fogoso madero
derrocha los verdes
de su exhalaciòn.
Alondras de estìo
escoltan el paisaje
y mientras rozan sus litorales
se enceguecen de sol.
Sin escalas
invierten trayectos
para salvar la savia
que resbala ebria de vientos.
ESte verano de milenios
entorna su puerta
de hojarasca
Y una conmociòn de ritos
se hace presente
para aprisionar los latidos
de suelos en ciernes.
Mañana huiràn las simientes.
Hay un presagio de invierno.
Mabel Menichelli Bravi - Villa Eloisa – Sta. Fe
su abandono en las horas
y en el fogoso madero
derrocha los verdes
de su exhalaciòn.
Alondras de estìo
escoltan el paisaje
y mientras rozan sus litorales
se enceguecen de sol.
Sin escalas
invierten trayectos
para salvar la savia
que resbala ebria de vientos.
ESte verano de milenios
entorna su puerta
de hojarasca
Y una conmociòn de ritos
se hace presente
para aprisionar los latidos
de suelos en ciernes.
Mañana huiràn las simientes.
Hay un presagio de invierno.
Mabel Menichelli Bravi - Villa Eloisa – Sta. Fe
Visita falsa
Mas el alma
De palabras vacante y este cuerpo aturdido …
Mallarmé.
Mientes.
Afirmas que oigo tus pasos
--- el rumor, la bienvenida en mis venas ---
no hay un solo pulso
ni un susurro que pruebe tu presencia.
seudónimo MAO
De palabras vacante y este cuerpo aturdido …
Mallarmé.
Mientes.
Afirmas que oigo tus pasos
--- el rumor, la bienvenida en mis venas ---
no hay un solo pulso
ni un susurro que pruebe tu presencia.
seudónimo MAO
Filigrama
Hoy no quiero decir
Que hable el poema
Que se deje llevar
en la palabra
que signe trascendencia
-en su cruzada-
y que sea solamente
filigrana
encuentro de palabras
que se toquen
que amantes se encabalguen
_que se ahuequen__
y se rocen
sabias
Hoy no quiero decir
sólo escucharme
que un gran vacío
me invada
y que me mande
Y sólo
dibujarme
_en la palabra_
despojándose el hecho
de soltarme
en ropaje de nada
Mojar el sentimiento
con el labio
desdeñando el por qué
de la demanda
Ni grietas ni escaramuzas
dables
sólo el intento máxim
de hablarme
Y en la áspera piel
de su textura
dormirme en el sudor
_de su palabra_
Saborear su terrible empuñadura
o seducir
su imagen
y apresarla
Visible sobre el blanco
iluminarme
cuando esplende
contagiada
de algo
Y altamente imbuido
de su aura
enaltecerme en gritos
_silenciados_
seudónimo: MAS
Que hable el poema
Que se deje llevar
en la palabra
que signe trascendencia
-en su cruzada-
y que sea solamente
filigrana
encuentro de palabras
que se toquen
que amantes se encabalguen
_que se ahuequen__
y se rocen
sabias
Hoy no quiero decir
sólo escucharme
que un gran vacío
me invada
y que me mande
Y sólo
dibujarme
_en la palabra_
despojándose el hecho
de soltarme
en ropaje de nada
Mojar el sentimiento
con el labio
desdeñando el por qué
de la demanda
Ni grietas ni escaramuzas
dables
sólo el intento máxim
de hablarme
Y en la áspera piel
de su textura
dormirme en el sudor
_de su palabra_
Saborear su terrible empuñadura
o seducir
su imagen
y apresarla
Visible sobre el blanco
iluminarme
cuando esplende
contagiada
de algo
Y altamente imbuido
de su aura
enaltecerme en gritos
_silenciados_
seudónimo: MAS
La Rutina
Certamen Literario: tercer premio prosa adulto.
Seudónimo: TIN
Él, miró el reloj con desconfianza, como si la hora que devolvía en su pantalla de cuarzo líquido fuese mentira. Seis y cincuenta y cinco, sólo cinco minutos para terminar la jornada. Había diseñado un método casi perfecto para contar los segundos que faltaban para el horario de salida.
Hoy erró por apenas dos segundos. Guardó rápido la lapicera y el libro mayor en el primer cajón del escritorio, tomó el saco, y salió. En la esquina compró un ramo de violetas, cruzó la calle hacia la vereda de enfrente, se paró ante la puerta, como lo hacía desde cuarenta y ocho años atrás, tocó el timbre, ella se asomó, él le entregó las flores, la besó en la mejilla y le dijo: -"Hasta mañana, mi amor"-.
-Ana, otra vez ese viejo ridículo, ¿Por qué no salís vos, la próxima vez y le decís la verdad?.- dijo Alberto, bastante ofuscado.
-Alberto, siempre lo soportaste, ¿Qué te cuesta?- contesto Ana condescendiente.
-Pero Ana, yo entiendo que te haya amado mucho, que no quiso entender que te casabas conmigo. Pero, esta de seguir con la rutina, primero fue nuestra hija, la que ocupó tu lugar y ahora nuestra nieta. ¿No te parece demasiado?-.
Seudónimo: TIN
Él, miró el reloj con desconfianza, como si la hora que devolvía en su pantalla de cuarzo líquido fuese mentira. Seis y cincuenta y cinco, sólo cinco minutos para terminar la jornada. Había diseñado un método casi perfecto para contar los segundos que faltaban para el horario de salida.
Hoy erró por apenas dos segundos. Guardó rápido la lapicera y el libro mayor en el primer cajón del escritorio, tomó el saco, y salió. En la esquina compró un ramo de violetas, cruzó la calle hacia la vereda de enfrente, se paró ante la puerta, como lo hacía desde cuarenta y ocho años atrás, tocó el timbre, ella se asomó, él le entregó las flores, la besó en la mejilla y le dijo: -"Hasta mañana, mi amor"-.
-Ana, otra vez ese viejo ridículo, ¿Por qué no salís vos, la próxima vez y le decís la verdad?.- dijo Alberto, bastante ofuscado.
-Alberto, siempre lo soportaste, ¿Qué te cuesta?- contesto Ana condescendiente.
-Pero Ana, yo entiendo que te haya amado mucho, que no quiso entender que te casabas conmigo. Pero, esta de seguir con la rutina, primero fue nuestra hija, la que ocupó tu lugar y ahora nuestra nieta. ¿No te parece demasiado?-.
La Bandera
Certamen Literario: segundo premio prosa adulto.
El timbre del teléfono lo sobresalta. Hace tiempo que nadie llama y menos a esa hora. El sonido es alienante, la insistencia machacona.
Deja el vaso, se levanta, su rostro fofo tiene un gesto de blandura, una laxitud pesada. Camina hacia el aparato con los pies vacilantes, el ceño fruncido. Contesta con un presentimiento aciago.
Escucha la voz del Doctor, leve, gradual, aceitada. Le avisa que el acto se realizará mañana, a las once. No hay dilación posible.
Él implora, suplica, se humilla, ruega que sea sin bandera. La respuesta, cortante, cierra la conversación. El pedido fue denegado, todo se hará según lo que establece el procedimiento.
Él queda confuso, con la mirada hundida en sus órbitas resecas. Tiene un gesto de miseria que oscurece las mejillas y en su cuello se tensan las riendas de las arrugas viejas.
¡ No ! A un Linares Cardozo no lo pueden denigrar de esa manera. Es una vileza. Está harto de doctores, jueces y chicanas. Es un hombre de honor, reclama justicia, no favores.
Levanta la copa y la lleva a sus labios. Siente el olor áspero y el gusto oscuro de la bebida. Él maquinó un plan, lo elaboró en sus mínimos detalles, no puede fallar.
Corre una cortina vieja, raída, deshilachada. Afuera la tarde se escurre entre velos de penumbra. Al final de la calle, al acecho, el viento. Un perro vagabundo olisquea un tacho de basura. A los lejos vislumbra luces amarillas, titilantes. Rompe el silencio el croar de un sapo. Tira el cigarrillo a la cuneta. El viento en remolino lo lleva a la deriva con la punta chamuscada. Amenaza lluvia.
Se arrincona en un sillón destartalado. En la pared, el sonido del reloj retumba con un ruido acerado. Llena el vaso y lo vacía con la lenta sabiduría del que conoce los secretos del vino. Nota en su cuello un pulso acompasado, aburrido. El espejo le devuelve una imagen derrumbada; hombros hundidos, ojos opacados, cabello perdido, barba encanecida y arrugas selladas. Entonces, siente el peso de su propia imagen, quizás la que él, como al descuido ha imaginado ignorar. Su vida fue un marasmo de utopías, incoherencias, derrotas y vanidades absurdas. Lo que vendrá solo lo sabe el Diablo.
Mira sus manos nudosas, antiguas. Un fino temblor de marionetas acompaña cada gesto. Inquieto, vuelve a la ventana. Una lluvia perezosa, sumisa, con deseos de quedarse, empavona la calle.
La casa está triste y desteñida. Un polvillo neblinoso flota entre los muebles. Sus ojos sabedores, brillosos de vino, observan un anaquel. Sobre él, una fotografía y en ella atrapada en el tiempo lo que fue su familia. Estela, con un brazo sobre su hombro y entre los dos, Ángel con sus primeros pantalones largos. ¡ Qué años aquellos ! piensa. La casa rebosaba vida, las paredes pintaban voces y en la mesa bailaba la alegría.
Luego, la crueldad, el accidente estúpido, absurdo. Después, el desamparo y el derrumbe constante. Se refugió en las tinieblas de su rutina diaria. Arremetió con valentía los obstáculos del camino, luchó con denuedo pero la marcha, los tropiezos, los esfuerzos y las caídas estaban decididas.
Se queda con los ojos entrecerrados rumiando lo que le resta de memoria. Es tan poco, solo dos o tres rostros borrosos y algunos gestos olvidados. Las sombras confunden las imágenes sueltas, sin sentido. Piensa que los recuerdos solo son sueños nebulosos de una realidad conclusa.
Su vida fue ostentosa mientras duró la herencia. Le gustaban las mujeres rubias, el vino tinto, los caballos de carrera, el cigarrillo, la noche y el ocio creador del ocio. Ese era su retrato a pleno.
La casa simula riqueza, pero puertas adentro anida una pobreza que raya en la miseria. En la sala el desorden es colosal. Desparramados por el piso hay diarios, libros, revistas, platos, pocillos, medias, pañuelos mugrientos y ceniceros repletos.
Con la lentitud del cansancio, del aburrimiento, quizás de la amargura se encerró en esa casa, su refugio inexpugnable... hasta hoy. Pero él tiene un plan. Un Linares Cardozo no puede asistir impasible a la derrota, a la más abyecta humillación. A su edad se han consumado todos los deseos y cumplido todos los plazos. Solo queda el orgullo y el honor. En sus ojos, encendidos por los fulgores del alcohol, se esboza una secreta malicia.
El invierno de su vida lo atravesó sin concesiones ni piedades. Comenzó a descubrir que estaba solo y se supo viejo. La paz no cabía en su alma. Sin afectos ni amigos, se aisló de la vida. Era un paria que vegetaba bajo un techo que sentía extraño.
Abre el ropero y saca una valija chica. Total, por lo poco que tiene que llevar. Algunas ropas, fotos viejas, la máquina de afeitar, un peine y unos pañuelos. Descuelga el impermeable. Vacía la botella y con el último trago siente renacer la energía. Todo esta resuelto. Echa un último vistazo a la casa en la que vivió su abuelo y su padre. En ella nació. La casa de los Linares Cardozo.
En el baño están los dos bidones de nafta. Esboza una sonrisa sin atisbo de alegría. Piensa que la valentía es una forma de violencia. Tiene una última duda antes de tomar el primer bidón. Luego extiende su mano descarnada. Lo destapa.
Comienza a volcarla sobre paredes, muebles y pisos. Con el contenido del segundo empapa una pared tapizada de retratos, la computadora y el viejo sofá. Todo está inventariado. Por último lo vacía sobre la cortina de la ventana que está abierta. El olor es sofocante. Se coloca el impermeable, alza la valija y sale.
La calle está desierta, el mundo duerme. La casa está allí, desde siempre, imperturbable. Enciende un cigarrillo, protege la llama con el cuenco de sus manos y luego con un gesto ceremonioso tira el fósforo sobre la cortina de la ventana. Se aleja con pasos firmes y seguros. En el juego de luces y sombras alucinadas su rostro aparece y se esfuma en un parpadeo rítmico.
Luego escucha gritos, exclamaciones, sirenas. Gira la cabeza y ve el incendio que juega con sus llamas rojas y azuladas como espadas. En un instante se consumen deudas, hipotecas y subastas. En ese momento escucha una explosión y ve como se derrumba el techo. Estalló la garrafa de la cocina, piensa.
Primero fue una sonrisa, después una risa que se expandió en círculos, para terminar con una carcajada explosiva. Apoya la valija en la vereda y con sus brazos libres hace un solemne corte de manda. " De acá van a colgar la bandera colorada " grita con la alegría de un niño. Dobla una esquina, salta un charco, levanta el cuello de su abrigo y se hunde en la sombra pudorosa.
El timbre del teléfono lo sobresalta. Hace tiempo que nadie llama y menos a esa hora. El sonido es alienante, la insistencia machacona.
Deja el vaso, se levanta, su rostro fofo tiene un gesto de blandura, una laxitud pesada. Camina hacia el aparato con los pies vacilantes, el ceño fruncido. Contesta con un presentimiento aciago.
Escucha la voz del Doctor, leve, gradual, aceitada. Le avisa que el acto se realizará mañana, a las once. No hay dilación posible.
Él implora, suplica, se humilla, ruega que sea sin bandera. La respuesta, cortante, cierra la conversación. El pedido fue denegado, todo se hará según lo que establece el procedimiento.
Él queda confuso, con la mirada hundida en sus órbitas resecas. Tiene un gesto de miseria que oscurece las mejillas y en su cuello se tensan las riendas de las arrugas viejas.
¡ No ! A un Linares Cardozo no lo pueden denigrar de esa manera. Es una vileza. Está harto de doctores, jueces y chicanas. Es un hombre de honor, reclama justicia, no favores.
Levanta la copa y la lleva a sus labios. Siente el olor áspero y el gusto oscuro de la bebida. Él maquinó un plan, lo elaboró en sus mínimos detalles, no puede fallar.
Corre una cortina vieja, raída, deshilachada. Afuera la tarde se escurre entre velos de penumbra. Al final de la calle, al acecho, el viento. Un perro vagabundo olisquea un tacho de basura. A los lejos vislumbra luces amarillas, titilantes. Rompe el silencio el croar de un sapo. Tira el cigarrillo a la cuneta. El viento en remolino lo lleva a la deriva con la punta chamuscada. Amenaza lluvia.
Se arrincona en un sillón destartalado. En la pared, el sonido del reloj retumba con un ruido acerado. Llena el vaso y lo vacía con la lenta sabiduría del que conoce los secretos del vino. Nota en su cuello un pulso acompasado, aburrido. El espejo le devuelve una imagen derrumbada; hombros hundidos, ojos opacados, cabello perdido, barba encanecida y arrugas selladas. Entonces, siente el peso de su propia imagen, quizás la que él, como al descuido ha imaginado ignorar. Su vida fue un marasmo de utopías, incoherencias, derrotas y vanidades absurdas. Lo que vendrá solo lo sabe el Diablo.
Mira sus manos nudosas, antiguas. Un fino temblor de marionetas acompaña cada gesto. Inquieto, vuelve a la ventana. Una lluvia perezosa, sumisa, con deseos de quedarse, empavona la calle.
La casa está triste y desteñida. Un polvillo neblinoso flota entre los muebles. Sus ojos sabedores, brillosos de vino, observan un anaquel. Sobre él, una fotografía y en ella atrapada en el tiempo lo que fue su familia. Estela, con un brazo sobre su hombro y entre los dos, Ángel con sus primeros pantalones largos. ¡ Qué años aquellos ! piensa. La casa rebosaba vida, las paredes pintaban voces y en la mesa bailaba la alegría.
Luego, la crueldad, el accidente estúpido, absurdo. Después, el desamparo y el derrumbe constante. Se refugió en las tinieblas de su rutina diaria. Arremetió con valentía los obstáculos del camino, luchó con denuedo pero la marcha, los tropiezos, los esfuerzos y las caídas estaban decididas.
Se queda con los ojos entrecerrados rumiando lo que le resta de memoria. Es tan poco, solo dos o tres rostros borrosos y algunos gestos olvidados. Las sombras confunden las imágenes sueltas, sin sentido. Piensa que los recuerdos solo son sueños nebulosos de una realidad conclusa.
Su vida fue ostentosa mientras duró la herencia. Le gustaban las mujeres rubias, el vino tinto, los caballos de carrera, el cigarrillo, la noche y el ocio creador del ocio. Ese era su retrato a pleno.
La casa simula riqueza, pero puertas adentro anida una pobreza que raya en la miseria. En la sala el desorden es colosal. Desparramados por el piso hay diarios, libros, revistas, platos, pocillos, medias, pañuelos mugrientos y ceniceros repletos.
Con la lentitud del cansancio, del aburrimiento, quizás de la amargura se encerró en esa casa, su refugio inexpugnable... hasta hoy. Pero él tiene un plan. Un Linares Cardozo no puede asistir impasible a la derrota, a la más abyecta humillación. A su edad se han consumado todos los deseos y cumplido todos los plazos. Solo queda el orgullo y el honor. En sus ojos, encendidos por los fulgores del alcohol, se esboza una secreta malicia.
El invierno de su vida lo atravesó sin concesiones ni piedades. Comenzó a descubrir que estaba solo y se supo viejo. La paz no cabía en su alma. Sin afectos ni amigos, se aisló de la vida. Era un paria que vegetaba bajo un techo que sentía extraño.
Abre el ropero y saca una valija chica. Total, por lo poco que tiene que llevar. Algunas ropas, fotos viejas, la máquina de afeitar, un peine y unos pañuelos. Descuelga el impermeable. Vacía la botella y con el último trago siente renacer la energía. Todo esta resuelto. Echa un último vistazo a la casa en la que vivió su abuelo y su padre. En ella nació. La casa de los Linares Cardozo.
En el baño están los dos bidones de nafta. Esboza una sonrisa sin atisbo de alegría. Piensa que la valentía es una forma de violencia. Tiene una última duda antes de tomar el primer bidón. Luego extiende su mano descarnada. Lo destapa.
Comienza a volcarla sobre paredes, muebles y pisos. Con el contenido del segundo empapa una pared tapizada de retratos, la computadora y el viejo sofá. Todo está inventariado. Por último lo vacía sobre la cortina de la ventana que está abierta. El olor es sofocante. Se coloca el impermeable, alza la valija y sale.
La calle está desierta, el mundo duerme. La casa está allí, desde siempre, imperturbable. Enciende un cigarrillo, protege la llama con el cuenco de sus manos y luego con un gesto ceremonioso tira el fósforo sobre la cortina de la ventana. Se aleja con pasos firmes y seguros. En el juego de luces y sombras alucinadas su rostro aparece y se esfuma en un parpadeo rítmico.
Luego escucha gritos, exclamaciones, sirenas. Gira la cabeza y ve el incendio que juega con sus llamas rojas y azuladas como espadas. En un instante se consumen deudas, hipotecas y subastas. En ese momento escucha una explosión y ve como se derrumba el techo. Estalló la garrafa de la cocina, piensa.
Primero fue una sonrisa, después una risa que se expandió en círculos, para terminar con una carcajada explosiva. Apoya la valija en la vereda y con sus brazos libres hace un solemne corte de manda. " De acá van a colgar la bandera colorada " grita con la alegría de un niño. Dobla una esquina, salta un charco, levanta el cuello de su abrigo y se hunde en la sombra pudorosa.
La Sequía
Certamen Literario: primer premio prosa adulto.
Los cardos rusos ruedan arrastrados por el viento, remolinos de tierra se levantan y corren sin rumbo hasta desaparecer en el horizonte. El canto de las chicharras aturde. Los animales se refugian bajo los arbustos ralos y permanecen inmóviles, el aire caliente les devorara el aliento.
Las aguas del lago se han retirado dejando al descubierto el viejo valle; una extensión desolada de barro reseco que el sol ha surcado de grietas. En el bajo, débiles hilos brillantes que cada tanto se pierden bajo la arena, son el recuerdo de los antes caudalosos ríos tributarios. Más allá, el paredón del dique se alza como una fortaleza absurda, que cierra el paso entre dos cerros.
Nadie, ni los lugareños más viejos recuerdan una sequía igual.
Los camiones se internan en la superficie cuarteada a cargar tierra, en un incesante ir y venir, dejando a su paso nubes de polvo. Junto a su Ford desvencijado el Gringo con la piel enrojecida, chorrea transpiración y toma cerveza, mientras espera que el peón termine de cargar. Tiene los ojos y los cabellos claros, heredados de su abuelo polaco que vino a hacer la América. Se seca la cara con la camiseta y deja escapar su mal humor mascullando.
-¡Hacer la América!...Mejor hubiera sido que el viejo se quedara en Europa o que el barco lo dejara en Norteamérica. Pero acá.... si no fuera por Colón todavía andarían con taparrabos. Negros de mierda, vagos y borrachos. Se gastan todo en vino, después se quejan de que viven a mate y tortas fritas. -Abolla la lata vacía y la tira, abre otra, toma un interminable trago y continúa- Uno pone el camión, el combustible, los repuestos y si la guita no alcanza, que se joda el Gringo. Les importa un carajo. Quisiera ver si no les doy laburo. Se cagarían bien de hambre. -Otro sorbo de la lata- Pero no hay caso, en cuanto pueden joderte te joden, les sacas el ojo de encima y ahí no más los tenés haciendo sebo.
Es el último viaje del día, el sol va cayendo pero no refresca. Pedro acostumbrado al trabajo pesado carga el camión, la pala sube y baja rítmicamente ignorando el calor y los mosquitos que a esa hora llegan en bandas, cada tanto sonríe o silva metido en sus pensamientos. Es morocho, bajo, musculoso y elástico y su rostro de facciones armónicas tiene la típica belleza indígena.
El golpe contra algo duro lo detiene. Se inclina, recoge un trozo de cerámica y examina con interés los dibujos descoloridos en una de sus caras. Con cuidado va quitando la tierra, hasta que aparecen los restos de una enorme vasija. Los años bajo el agua han hecho su trabajo. Aún así no tiene dudas del significado de aquel objeto, junta los pedazos rotos y como quien arma un rompecabezas los va regresando a su sitio, en un intento vano de reparar el daño producido por la herramienta.
La figura inmóvil parece una escultura que emerge del barro. La expresión de sus grandes ojos oscuros se torna lejana y se van adueñando de él imágenes de un mundo de otro tiempo, en donde el río corre murmurando entre las rocas por el antiguo cauce y una pequeña población se divisa desde la orilla. Finas columnas de humo se levantan de las chozas esparciendo el aroma de los alimentos que preparan las mujeres. Los hombres forman rueda y mientras esperan retocan sus redes o tallan puntas de flechas. Alguien muele maíz en un mortero.
Desaparecen las imágenes cotidianas y dan paso a una ceremonia fúnebre. El hechicero coloca alimentos y ofrendas en la urna junto al cuerpo. Luego quema hierbas sagradas, con el humo suben al cielo los ruegos, para que los dioses reciban en su reino a un hombre bueno que ha dejado este mundo.
Es solo un instante, pero es tan real que Pedro se estremece por haber perturbado el reposo de aquellos muertos.
El rítmico sonido del trabajo ha cesado, el Gringo se acerca impaciente. -No te digo... negros de mierda... son todos iguales... -¡ Pedro! ¿qué pasa?
El peón vuelve a la realidad. -Vamos a tener que cavar en otra parte patrón... Estas son tumbas...
Las palabras de Pedro reavivan en el Gringo sueños de riquezas y corre en busca de una pala. Cava con avidez, ha olvidado el calor y los mosquitos, lo único que le preocupa es que el sol se va escondiendo y pronto no habrá luz. Remueve la tierra con la esperaza de encontrar algún objeto valioso y con cada palada va desparramando fragmentos de las vasijas.
El muchacho va hasta el camión que ha quedado a medio cargar y guarda las herramientas dando por terminada su jornada.
- Ya está oscureciendo, ¿volvemos mañana patrón?- El Gringo no contesta y sigue buscando. Cada tanto recoge algo del suelo, lo limpia con manos ansiosas y termina arrojándolo con rabia.
-Hasta mañana patrón- Saluda Pedro y se aleja tomando un atajo por el monte, sacude la cabeza y murmura acongojado -Mandinga anduvo rondando.... empujó la pala y sopló su aliento sobre el Gringo.....
Un crespín regresa a su nido, contesta a sus trinos imitándolo sin entusiasmo. A su paso el aire le acerca los aromas familiares de las hierbas que ha aprendido a conocer desde la infancia junto a su abuela. La memoria lo transporta a aquellas tardes en que la ayudaba a recoger y ella le contaba historias de duendes, salamancas y mujeres transformadas en aves.
Los recuerdos y la quietud del atardecer lo van serenando, poco a poco se va confundiendo con el paisaje hasta formar parte de él. Le pesa la espalda y se entretiene imaginando que no es el cansancio, sino un bulto donde guarda las leyendas, los consejos de la abuela, los secretos de las semillas, del vuelo de las aves y de la tierra.
Desde un recodo del sendero ve a lo lejos el camión y a su dueño que continúa con la búsqueda y se encoge de hombros.
En el cielo aparecen tímidamente una que otra nube, Pedro quisiera invocar a los antiguos dioses del valle, pero hace mucho que su gente los ha olvidado. Aunque no sabe las palabras cada fibra de su cuerpo se estremece en una plegaria, rogando al cielo que devuelva el agua al lago y cubra el camposanto. Que proteja con un manto líquido el descanso de sus mayores.
Los cardos rusos ruedan arrastrados por el viento, remolinos de tierra se levantan y corren sin rumbo hasta desaparecer en el horizonte. El canto de las chicharras aturde. Los animales se refugian bajo los arbustos ralos y permanecen inmóviles, el aire caliente les devorara el aliento.
Las aguas del lago se han retirado dejando al descubierto el viejo valle; una extensión desolada de barro reseco que el sol ha surcado de grietas. En el bajo, débiles hilos brillantes que cada tanto se pierden bajo la arena, son el recuerdo de los antes caudalosos ríos tributarios. Más allá, el paredón del dique se alza como una fortaleza absurda, que cierra el paso entre dos cerros.
Nadie, ni los lugareños más viejos recuerdan una sequía igual.
Los camiones se internan en la superficie cuarteada a cargar tierra, en un incesante ir y venir, dejando a su paso nubes de polvo. Junto a su Ford desvencijado el Gringo con la piel enrojecida, chorrea transpiración y toma cerveza, mientras espera que el peón termine de cargar. Tiene los ojos y los cabellos claros, heredados de su abuelo polaco que vino a hacer la América. Se seca la cara con la camiseta y deja escapar su mal humor mascullando.
-¡Hacer la América!...Mejor hubiera sido que el viejo se quedara en Europa o que el barco lo dejara en Norteamérica. Pero acá.... si no fuera por Colón todavía andarían con taparrabos. Negros de mierda, vagos y borrachos. Se gastan todo en vino, después se quejan de que viven a mate y tortas fritas. -Abolla la lata vacía y la tira, abre otra, toma un interminable trago y continúa- Uno pone el camión, el combustible, los repuestos y si la guita no alcanza, que se joda el Gringo. Les importa un carajo. Quisiera ver si no les doy laburo. Se cagarían bien de hambre. -Otro sorbo de la lata- Pero no hay caso, en cuanto pueden joderte te joden, les sacas el ojo de encima y ahí no más los tenés haciendo sebo.
Es el último viaje del día, el sol va cayendo pero no refresca. Pedro acostumbrado al trabajo pesado carga el camión, la pala sube y baja rítmicamente ignorando el calor y los mosquitos que a esa hora llegan en bandas, cada tanto sonríe o silva metido en sus pensamientos. Es morocho, bajo, musculoso y elástico y su rostro de facciones armónicas tiene la típica belleza indígena.
El golpe contra algo duro lo detiene. Se inclina, recoge un trozo de cerámica y examina con interés los dibujos descoloridos en una de sus caras. Con cuidado va quitando la tierra, hasta que aparecen los restos de una enorme vasija. Los años bajo el agua han hecho su trabajo. Aún así no tiene dudas del significado de aquel objeto, junta los pedazos rotos y como quien arma un rompecabezas los va regresando a su sitio, en un intento vano de reparar el daño producido por la herramienta.
La figura inmóvil parece una escultura que emerge del barro. La expresión de sus grandes ojos oscuros se torna lejana y se van adueñando de él imágenes de un mundo de otro tiempo, en donde el río corre murmurando entre las rocas por el antiguo cauce y una pequeña población se divisa desde la orilla. Finas columnas de humo se levantan de las chozas esparciendo el aroma de los alimentos que preparan las mujeres. Los hombres forman rueda y mientras esperan retocan sus redes o tallan puntas de flechas. Alguien muele maíz en un mortero.
Desaparecen las imágenes cotidianas y dan paso a una ceremonia fúnebre. El hechicero coloca alimentos y ofrendas en la urna junto al cuerpo. Luego quema hierbas sagradas, con el humo suben al cielo los ruegos, para que los dioses reciban en su reino a un hombre bueno que ha dejado este mundo.
Es solo un instante, pero es tan real que Pedro se estremece por haber perturbado el reposo de aquellos muertos.
El rítmico sonido del trabajo ha cesado, el Gringo se acerca impaciente. -No te digo... negros de mierda... son todos iguales... -¡ Pedro! ¿qué pasa?
El peón vuelve a la realidad. -Vamos a tener que cavar en otra parte patrón... Estas son tumbas...
Las palabras de Pedro reavivan en el Gringo sueños de riquezas y corre en busca de una pala. Cava con avidez, ha olvidado el calor y los mosquitos, lo único que le preocupa es que el sol se va escondiendo y pronto no habrá luz. Remueve la tierra con la esperaza de encontrar algún objeto valioso y con cada palada va desparramando fragmentos de las vasijas.
El muchacho va hasta el camión que ha quedado a medio cargar y guarda las herramientas dando por terminada su jornada.
- Ya está oscureciendo, ¿volvemos mañana patrón?- El Gringo no contesta y sigue buscando. Cada tanto recoge algo del suelo, lo limpia con manos ansiosas y termina arrojándolo con rabia.
-Hasta mañana patrón- Saluda Pedro y se aleja tomando un atajo por el monte, sacude la cabeza y murmura acongojado -Mandinga anduvo rondando.... empujó la pala y sopló su aliento sobre el Gringo.....
Un crespín regresa a su nido, contesta a sus trinos imitándolo sin entusiasmo. A su paso el aire le acerca los aromas familiares de las hierbas que ha aprendido a conocer desde la infancia junto a su abuela. La memoria lo transporta a aquellas tardes en que la ayudaba a recoger y ella le contaba historias de duendes, salamancas y mujeres transformadas en aves.
Los recuerdos y la quietud del atardecer lo van serenando, poco a poco se va confundiendo con el paisaje hasta formar parte de él. Le pesa la espalda y se entretiene imaginando que no es el cansancio, sino un bulto donde guarda las leyendas, los consejos de la abuela, los secretos de las semillas, del vuelo de las aves y de la tierra.
Desde un recodo del sendero ve a lo lejos el camión y a su dueño que continúa con la búsqueda y se encoge de hombros.
En el cielo aparecen tímidamente una que otra nube, Pedro quisiera invocar a los antiguos dioses del valle, pero hace mucho que su gente los ha olvidado. Aunque no sabe las palabras cada fibra de su cuerpo se estremece en una plegaria, rogando al cielo que devuelva el agua al lago y cubra el camposanto. Que proteja con un manto líquido el descanso de sus mayores.